Nos hacemos conscientes de la vida cuando alguien cercano a nosotros se despide para emprender su viaje al infinito. La razón es que hay seres que, por su iniciativa, su actitud ante la vida y su pasión por lo que hacen, han alcanzado el reconocimiento de la sociedad y consideramos que por ser útiles el tiempo para ellos debería ser infinito.
Una de esas personas es el fotógrafo Fran Beaufrand, quien falleció el viernes 15 de septiembre, un ser humano comprometido con la cultura y con la estética. Su trabajo se enfocó en la fotografía y en los años 80 comenzó a dejar un testimonio sobre la moda venezolana.
Al igual que lo hicieron maestros universales como Richard Avedon y otros, quienes fueron fuentes de inspiración y de estudio para Beafraund, él buscó más allá de lo que la simple mirada podría captar.
Entre el arte y la publicidad
En su trabajo fotográfico, cuando se trataba de moda, pudo establecer un diálogo con el diseñador y el espectador, porque mostraba la esencia y filosofía de la propuesta. Y es allí donde radicaba su éxito y la diferencia, por eso sus fotos resultaron premiadas. Entre muchos de los reconocimientos estuvo el de una de las Bienales Dior por su trabajo, consagrándolo como un joven talento.
Fran Beaufrand, si bien tomó la fotografía como un camino para expresar el arte, no sintió temor ni escrúpulos en incursionar en la foto publicitaria, a la que vistió de esa sensibilidad que la sacaba de lo manido, de lo evidente, buscando un ángulo que estremeciera o que no dejara indiferente a quien estuviese viendo su trabajo. Por otra parte, ratificaba con esto que también era una profesión de la que se podía vivir.
Pero su estética no se quedaba en la fotografía, también fue capaz de transformar un espacio, de crear una atmósfera porque amaba las artes decorativas. Por lo tanto, no podríamos calificarlo de decorador, pues iba más allá. Un mueble, una lámpara… era seleccionada porque tenía un significado por la historia que podría encerrar. Su casa era una muestra de ello. No había estridencias, pero tampoco dejaba un rincón para el aburrimiento.
Fran Beaufrand: amante de la libertad
Su presencia en el Salón de Jóvenes Fotógrafos del Museo de Arte Contemporáneo Sofía Ímber, ya dejaba claro cómo era su relación con lo íntimo, con la libertad de tratar temas que podían resultar incómodos para quienes se dejan encarcelar por lo tabú. No fue un activista maniqueo, pero supo defender las individualidades y los derechos que cada uno tiene de vivir y ser feliz.
Fran Beaufrand amaba la libertad y ésta se encuentra expresada en cada una de sus fotos, en su capacidad para indagar, en su lenguaje donde lo humano tiene un valor fundamental porque es la esencia de la historia.
Culto, excelente bailarín, no le temía ni al merengue ni a la salsa porque amaba el movimiento como otra de las formas de expresión. Buen conversador y un personaje fácil de entrevistar, porque siempre tenía una respuesta acertada. Tenía planes que no creo que se queden en el baúl de los recuerdos, porque si los artistas saben leer su trabajo también podrían retomar esa herencia inconclusa para seguir haciendo de la fotografía y del arte en general, algo de lo que nos podamos sentir orgullosos.
Querido Fran, gracias por todo. No te llevas nada. Nos lo dejas todo: Allí están tus libros, tus fotos y tus últimos trabajos para seguir sintiéndote.