El FC Barcelona conquistó la Copa del Rey en un Clásico para la historia, doblegando al Real Madrid por un ajustado 3-2 en una final cargada de tensión, goles espectaculares y una controversia arbitral que precedió y acompañó al encuentro. Pedri abrió el marcador para los culés, desatando la euforia en la hinchada blaugrana. Sin embargo, el Madrid respondió con la pegada de Mbappé, quien igualó las acciones con un potente tiro libre que dejó sin opciones a Wojciech Szczęsny.
El guion siguió su curso frenético cuando Tchouameni, con un testarazo imperial, puso en ventaja al conjunto blanco. Pero este Barcelona tuvo un alma incansable y Ferran Torres en estado de gracia. El valenciano, con una jugada individual de antología, no solo empató el partido, sino que se erigió como el Pichichi de esta edición copera.
El Barcelona sentenció en tiempo extra
Con el tiempo reglamentario agotado, la prórroga se convirtió en un duelo de nervios y piernas cansadas. Fue entonces cuando apareció la figura inesperada de Jules Koundé, quien al minuto 116 conectó un remate que significó el gol del triunfo para el Barcelona, desatando un júbilo incontenible entre los catalanes.
Los dirigidos por Hansi Flick saltaron de euforia al definir una final que estuvo marcada y precedida por hechos extadeportivos y con un Real Madrid ejerciendo máxima presión desde su canal televisivo.
Las decisiones arbitrales perjudicaron a los culés
La victoria culé llega en medio de una atmósfera enrarecida por la polémica protesta del Real Madrid contra la designación arbitral. Paradójicamente, y a pesar de sus quejas previas, fueron los jugadores del Barcelona quienes sufrieron las decisiones más discutibles en el campo. Una vez más, el fútbol demostró que la última palabra la tienen los goles, no los comunicados.
No obstante, la épica victoria del equipo culé se vio empañada por el comportamiento antideportivo de varios jugadores madridistas. Las reiteradas protestas airadas de Tony Rudiger, Vinicius y las constantes quejas de Bellingham y compañía dejaron un sabor amargo en un Clásico que merece ser recordado solo por su fútbol.
Al final, la Copa viaja a Barcelona, premiando la insistencia, el talento y la capacidad de un equipo que supo sobreponerse a la adversidad, a las polémicas y a un rival que vendió cara su derrota.
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