La pandemia nos ha obligado a mirar la familia y la convivencia para reinventarnos y hacer las cosas de maneras diferentes, aprender de lo que no sabíamos, buscar nuevas herramientas e ir hacia nuevas oportunidades, a reaprender sobre el amor y la convivencia.
Después del encuentro con este maestro virulento de la pandemia, me sentí motivada a compartir mi experiencia y el efecto sanador que el amor tiene en nuestras vidas, en especial cuando atravesamos alguna crisis y cómo ayuda en estos tiempos de cambios acelerados.
Mi invitación es a ampliar nuestro marco de referencias, revisar creencias limitantes que tenemos sobre el amor, los miedos, el cambio y la enfermedad, para que tales eventos se conviertan en una oportunidad de evolucionar hacia más consciencia sobre el ser humano.
La pandemia nos dio espacios y tiempo para mirar hacia dentro al quedarnos en casa, nos regala la oportunidad de ordenar tanto la de afuera como la interna, que es nuestro Ser: mente, emociones, cuerpo. Ha sido un maestro que llega cuando otros más benevolentes no fueron atendidos para revisar y afrontar lo que nos está tocando vivir como humanidad.
Este frenazo repentino paró la carrera interminable por tener y acumular. Lidiar con menos espacios, alternativas y poca privacidad en casa, además de atender las tareas y a los hijos, ha generado conflictos o más cercanía en las relaciones. Nos obligó a mirar la familia y la convivencia para reinventarnos y hacer las cosas de maneras diferentes, aprender de lo que no sabíamos, buscar nuevas herramientas e ir hacia nuevas oportunidades, a reaprender sobre el amor y la convivencia.
Los rostros del amor

El manejar las relaciones se ha hecho imperativo y ver las distintas caras del amor es un regalo. El amor con la Neocorteza es el aprecio y el asociarme con lo mejor de mí y del otro, para salir del juicio y la crítica que me llevan a ver más lo que falta o lo que no me gusta. El amor con el Cerebro Límbico, es sentir el amor por mí y por el otro, conectarme desde el corazón para sentir la fuerza del amor incondicional, que me ayuda a sanar la rabia, la tristeza y las separaciones, para seguir en conexión. El amor con el Cerebro Básico, es el saber acompañar en silencio, escuchar sin aconsejar, comprender y quedarme con el otro a pesar de las diferencias.
Las investigaciones sobre el cerebro del corazón, ratifican que esta conexión Cerebro-Corazón es el puente hacia mayores niveles de consciencia y nos enseñan que nuestra verdadera naturaleza es el amor, por cuanto las experiencias de amor y gozo son las que generan las endorfinas, es decir, la química en el cuerpo que hace que nos sintamos felices y sanos.
Vivir el amor con respeto y aceptación de que cada ser humano es único, requiere amar al otro tanto “como a ti mismo”, es comenzar a ACEPTARTE, APOYARTE Y RECONOCERTE, para poder aceptar las diferencias con el otro y lidiar con ellas, nadie viene a nuestras vidas a llenar los vacíos y cumplir con expectativas. Confundir amor con necesidad es el camino al drama relacional.
Vivir después del virus, nos recuerda valorar la salud, expresar gratitud y aprecio por quienes convivimos, encontrar más gozo en lo cotidiano, sentir más amor por sí mismo, establecer prioridades, hacer balance entre el Ser, el Hacer y el Tener, entre el Dar y el Recibir y entre las responsabilidades, el descanso y el disfrute.
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